Powered By Blogger

viernes, 16 de octubre de 2009

Adiós a Michael Jackson, el Rey del Pop

Por Medardo Arias Satizábal

“El lugar más seguro para mí es un escenario; cuando estoy ahí me elevo, me pierdo fatalmente…”, dijo Michael Jackson, el cantante de 50 años que falleciera en la penúltima semana de junio, provocando oleadas de afecto por todo el mundo.

Al igual que otros genios de la escena pública de Estados Unidos, como Tiger Woods, también empezó precozmente, guiado por su padre, y resintió durante buena parte de su vida no haber sido un niño “normal”, de los que correteaban por los patios y jugaban baloncesto en las destartaladas calles del barrio de Gary, Indiana, donde había nacido un 29 de agosto de 1958. “En casa siempre estábamos cantando; lavábamos platos y cantábamos, hacíamos canciones…”, dijo al diario USA Today hace ocho años, cuando reveló que su infancia no había sido propiamente feliz.

Michael Jackson tenía fijo el recuerdo de los Estudios Motown, uno de los primeros donde fue a grabar con sus cuatro hermanos mayores, y la algarabía infantil que se percibía afuera, mientras él era sometido a unas agotadoras pruebas de grabación.

La suerte de su familia en Indiana no era la mejor cuando Michael nació. Era el menor de siete hermanos y los problemas económicos de su padre arreciaban. Su progenitor era un humilde operario de grúas, pero en sus tiempos libres se dedicaba a la música, su verdadera pasión, y quería que sus hijos abrazaran este arte como una religión. Fue por eso que creó el grupo “The Jackson Five”, con sus hijos mayores, donde Michael, siendo el “baby”, vino a ser el cantante cuando su madre lo descubrió siguiendo el ritmo de una canción junto a una jaula de pájaros.

Los Jackson recordarían después el asombro de su madre al escuchar esa voz de auténtico soprano que salía del entonces frágil chiquillo de cinco años. Ya la voz había corrido por Indiana, y Jackson padre, como el resto de la familia, adivinaron que sus problemas cambiarían con este prodigio que Dios les había enviado. El niño cantaba vestido como un adulto, como un chico afroamericano de las barriadas, con chalequillo brillante y sombrero púrpura, el mismo que hacía equilibrio en su cabeza para no caer, cuando bailaba con un ritmo que le era propio y natural frente a las cámaras del Show de Ed Sullivan.

Pasó toda su infancia en carros que iban de un pueblo a otro, por los días en que los Jackson se presentaban en bares de poca monta, sitios de borrachos y strip-tease, y luego en aviones que lo llevaban por los lugares desconocidos. Su vida comenzaba cuando se encendía el escenario. Entonces ahí empezaba a vivir, sentía que era grande, mientras tutores escolares se afanaban enseñándole

cuantos estados tenía la unión, quién era Jefferson y por qué la Constitución de los Estados Unidos se había firmado debajo de un roble en Connecticut.


La dureza paternal


Una de las cosas que más le dolía de su infancia de niño artista precoz, eran los regaños paternos, la dureza de su padre a la hora de corregirle una entonación, o los pasos de baile que debían seguir una coreografía.

Algunos sicólogos consideran que Michael Jackson, más que desear ser “blanco”, como afirman muchos, en realidad tuvo una obsesión toda la vida. Uno de lo sueños que quiso cumplir cuando ganó mucho dinero, fue querer parecerse a Peter Pan, uno de los ídolos de su infancia. Si se mira bien, casi lo logró, pues se mandó a confeccionar una nariz que tenía trazo de historieta ilustrada, y una barbilla también irreal, como de muñeco viviente. “Mi infancia fue infeliz¨, dijo, para justificar el tener un parque de atracciones en su rancho de California, al que bautizó “Neverland”, como en la historia de Pan, y en el que se rodeaba de niños, como en una metáfora de los Niños Perdidos que huían del Capitán Garfio, símbolo de maldad.

Quienes conocieron sus lugares más privados, dicen que tenían efigies y posters de Peter Pan por todos los lugares, lo cual no descarta ahora una hipótesis de suicidio. Según el mito, Peter Pan rejuvenecía a medida que ganaba años. Es probable que Jackson haya tenido conciencia del deterioro corporal que le podía sobrevenir después de los 50 años, y haya decidido terminar su vida en una edad en la que aun podía sentirse bello y alado como un ángel. Pero esto es ahora materia de investigación para los forenses que darán resultados de autopsia en aproximadamente dos meses.

Su propensión a rodearse de niños le trajo también problemas, uno de los más serios de su vida artística, cuando fue acusado de pedofilia y acoso sexual, caso que se definió en las cortes con un dictamen favorable a su nombre. Fue demandado en múltiples ocasiones, por personal asalariado de sus giras, por empresarios, promotores de conciertos, pero las acusaciones por conducta sexual impropia fueron las más duras de su carrera, y las que menos pudo sobrellevar. Después de esta amarga experiencia decidió radicarse en Barheim, por invitación de un Califa que le entregó siete millones de dólares con una condición: debía producir un disco para él, una autobiografía y brindarle un concierto. Jackson no cumplió ninguna de estas peticiones y también fue demandado. Vivió un tiempo ahí con sus tres hijos, Prince, Michael I y Paris. Debbie Rowe, una enfermera que fuera su segunda esposa, expresó a los medios que dos de estos hijos de Jackson fueron concebidos por inseminación artificial, en un banco de sémen. Ella pidió la tutoría de los menores cuando Jackson fue a Barheim.

Ahora, empieza otra leyenda, la de los litigios jurídicos por su fortuna. Entre los grandes negocios que hizo en vida, figuró la adquisición de los derechos de autor de la música de Los Beatles, grupo al que admiró, tanto como a Nat King Cole, Jim Brown, Stevie Wonder, Martin Gaye, Elvis Presley, Chuck Berry, Sam Cooke, Gene Nelly, Marcel Marceau, Whitney Houston, Barbara Streisand y Johnny Mathis.

Su primer gran éxito se dio con el álbum “Got to Be There”, en 1970, pero fue en 1979 cuando alcanzó un “Grammy” como figura destacada del “Rythm & Blues” con “Off the Wall”, el disco que grabó con la CBS, bajo la producción de Quincy Jones.


“Beat it, Beat it”


Michael Jackson era un talento en plena ebullición; a su baile particular, en el que destacaba el famoso paso del “moon walk”, como si caminara en cámara lenta por la superficie de la luna, unía la pasión del poeta, la misma que dicta la idea, la canción, el color, la fuerza, con los argumentos del sueño. “Sé siempre para dónde voy, lo que quiero”, expresaba. “Por eso me gusta editar, dirigir, escoger un ángulo, una coreografía, por sé lo que deseo, exactamente”. En esto quería parecerse al compositor ruso Tchaikovky, de quien admiraba la suite ¨Cascanueces¨, donde no encontraba, según su percepción artística, un solo error. Deseaba entonces hacer un álbum Pop así, “perfecto”, donde todas las canciones fueran éxitos y lo logró al despuntar la década de los 80. “Thriller” apareció en 1982 y se convirtió en la selección musical más famosa en toda la historia del mundo, con 104 millones de copias vendidas, hasta hoy. En este álbum incluyó sus creaciones “Beat it” y su famosa canción -mi favorita- “Billie Jean”. De lo asombroso de este momento, debe anotarse también el vídeo de 13 minutos que acompañó a la producción, donde una coreografia de muertos vivientes bailan desde de las calles descalabradas de un suburbio obrero. En los créditos de este vídeo aparece el nombre de John Landis, pero se supo que fue el propio Jackson el que ideó este grupo maravilloso de danzantes que parecen hacerse polvo a cada paso. Mucha inspiración para crear este cuerpo de baile, debió recibir del mimo francés Marcel Marceau, uno de sus héroes del silencio.

Michael Jackson fue también una máquina de hacer dinero y con esa fama dorada vinieron también las deudas millonarias. Hoy, cuando ya no está entre nosotros, el mundo ha puesto aparte esas imperfecciones de su humanidad, para admirar, como corresponde, al genio. Por las calles de Hartford, de Nueva York, y de Gary Indiana, los autos han vuelto a subir el volumen en este verano, para dejar escuchar las notas de “Billie Jean”. Lo hacen chicos que no habían nacido cuando “Thriller” estalló por el mundo. Pero se trata de un homenaje para el gran músico, el bailarín, el poeta, para muchos, irremplazable: ¡Michael Jackson!